Ando
dándole vueltas a mi exilio en estos días, y en si es justo llamarlo así. La
perspectiva, el lugar de mi mirada ha cambiado mucho entre el momento en que me
iba a ir y ahora, que ya estoy fuera. Antes
de venir sentía ira. Lloraba mucho. Me sentía violentada por haber tenido que
dejar mi mundo para poder vivir. Vaya mierda de contradicción. En España no
podíamos apenas pagar el alquiler, así que nos quedaba emigrar. No podíamos
vivir. Pero ¿cómo se vive dejando atrás tu propia vida?
Ahora es diferente. Aunque la
rabia de tener que alejarte de las personas a las que quieres por culpa de un sistema
injusto y excluyente no se va, se siente menos explosiva. La nostalgia es mucha
y pensar en lo que ha quedado al otro lado del charco duele de manera más
constante y continua, menos chillona: como un escozor que te acompaña sin que te des cuenta,
hasta que llega un "cómo-le-gustaría-esto-a-mi-madre" o un "molaría-quedar-aquí-a-tomar-algo-con-mis-amigas".
Y súbitamente, por un instante, se convierte en una rotura de huesos que duele en
el esternón.
Pero soy consciente de que aquí
vivimos muy bien. Muy por encima de cómo viven aquí la mayoría de las personas.
Soy consciente de que aquí soy una europea, blanca y heteropracticante con privilegios. Mi
exilio, aunque de clase, no es el de quienes se fueron a Alemania en los 50 con
una maleta de cartón. Mi pareja cobra un muy buen salario en un país donde las
desigualdades de clase son aún más apabullantes que en el lugar del que venimos
huyendo. Vivo en una casa preciosa que, sin ser un lujo extremo, jamás podré
permitirme en mi país, y que la mayoría aquí tampoco. Ahora vivo mejor. ¿Puedo
quejarme entonces? ¿Cuál es mi lugar en la lucha aquí? ¿No resulta hipócrita
que siga viendo el mundo desde la izquierda feminista? Sé lo que tengo que
hacer: escuchar, trabajar, aprender, revisar (y revisitar) mis privilegios,
sobre todo los nuevos.
Hoy ha pasado una cosa en la
feria -el mercado-. Quizá os parezca una bobada, pero es la bobada que ha
desencadenado mucho rato de reflexión y de trabajo interior para reconocer que
lo que siento es "culpa" y que he de convertirla en "responsabilidad".
Hoy he ido a un mercado popular que hay en la ciudad para comprar verdura. Nos
gusta más hacer la compra allí y evitar el supermercado por muchos motivos, el
primero de ellos porque intentamos realizar un consumo responsable y no dar nuestro
dinero -en la medida de lo posible- a multinacionales, porque creemos en el
comercio de proximidad, más sostenible… En fin, ya os hacéis una idea. El caso
es que he comprado unas cerezas y a veces me hago lío con el cambio, así que el
tipo me ha pedido por ellas un dineral, que yo he aceptado, y me he ido tan
contenta sin darme cuenta. Me las ha cobrado a más del doble y mitad del precio
al que las podías encontrar en el resto del mercado, como he descubierto al
rato al ver a cuánto estaban en el resto de los puestos. Pero es que también he
comprado cebollas que tenían el precio por cada diez unidades, y al llegar a
casa he descubierto que solo me habían puesto nueve.
Me he quedado hecha una mierda.
Pero no porque me hubieran timado unos pocos -muy pocos en realidad- pesos,
sino porque estoy segura de que ha sido así porque al oír mi acento han dado
por hecho -y tienen razón- que tengo más plata que ellos, que estoy en una
posición social mejor que la suya. Soy una española pija y "por unos pocos
pesos no me va a pasar nada". Y es muy raro. Porque nunca lo he sido, pero
ahora lo soy, y no sé cómo gestionarlo. De repente me descubro a mí misma dando
explicaciones que nadie ha pedido de lo jodidos que estábamos en España, para
que "no nos juzguen" porque aquí vivimos mucho mejor. ¿Qué mierda es
esta que tengo dentro? ¿Qué tipo de auto-alienación absurda? ¿Soy una
desclasada porque he adquirido privilegios que no tenía?
Y entonces entiendo que es así
como se sienten los hombres que tienen pataletas porque les señalamos que tienen
privilegios sobre nosotras, y me caigo fatal a mí misma. ¿Cómo me reviso esto
de vivir mejor que cuando vivía como el culo, si en realidad he venido a
mejorar mi vida? ¿Y cómo me reviso aquí ser una privilegiada aquí, pero
sentirme exiliada en el corazoncito?
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