domingo, 7 de diciembre de 2014

Exilio y privilegios

              
             


              Ando dándole vueltas a mi exilio en estos días, y en si es justo llamarlo así. La perspectiva, el lugar de mi mirada ha cambiado mucho entre el momento en que me iba a ir y ahora, que ya estoy fuera.  Antes de venir sentía ira. Lloraba mucho. Me sentía violentada por haber tenido que dejar mi mundo para poder vivir. Vaya mierda de contradicción. En España no podíamos apenas pagar el alquiler, así que nos quedaba emigrar. No podíamos vivir. Pero ¿cómo se vive dejando atrás tu propia vida?

                Ahora es diferente. Aunque la rabia de tener que alejarte de las personas a las que quieres por culpa de un sistema injusto y excluyente no se va, se siente menos explosiva. La nostalgia es mucha y pensar en lo que ha quedado al otro lado del charco duele de manera más constante y continua, menos chillona: como un  escozor que te acompaña sin que te des cuenta, hasta que llega un "cómo-le-gustaría-esto-a-mi-madre" o un "molaría-quedar-aquí-a-tomar-algo-con-mis-amigas". Y súbitamente, por un instante, se convierte en una rotura de huesos que duele en el esternón.

                Pero soy consciente de que aquí vivimos muy bien. Muy por encima de cómo viven aquí la mayoría de las personas. Soy consciente de que aquí soy una europea, blanca y heteropracticante con privilegios. Mi exilio, aunque de clase, no es el de quienes se fueron a Alemania en los 50 con una maleta de cartón. Mi pareja cobra un muy buen salario en un país donde las desigualdades de clase son aún más apabullantes que en el lugar del que venimos huyendo. Vivo en una casa preciosa que, sin ser un lujo extremo, jamás podré permitirme en mi país, y que la mayoría aquí tampoco. Ahora vivo mejor. ¿Puedo quejarme entonces? ¿Cuál es mi lugar en la lucha aquí? ¿No resulta hipócrita que siga viendo el mundo desde la izquierda feminista? Sé lo que tengo que hacer: escuchar, trabajar, aprender, revisar (y revisitar) mis privilegios, sobre todo los nuevos.

                Hoy ha pasado una cosa en la feria -el mercado-. Quizá os parezca una bobada, pero es la bobada que ha desencadenado mucho rato de reflexión y de trabajo interior para reconocer que lo que siento es "culpa" y que he de convertirla en "responsabilidad". Hoy he ido a un mercado popular que hay en la ciudad para comprar verdura. Nos gusta más hacer la compra allí y evitar el supermercado por muchos motivos, el primero de ellos porque intentamos realizar un consumo responsable y no dar nuestro dinero -en la medida de lo posible- a multinacionales, porque creemos en el comercio de proximidad, más sostenible… En fin, ya os hacéis una idea. El caso es que he comprado unas cerezas y a veces me hago lío con el cambio, así que el tipo me ha pedido por ellas un dineral, que yo he aceptado, y me he ido tan contenta sin darme cuenta. Me las ha cobrado a más del doble y mitad del precio al que las podías encontrar en el resto del mercado, como he descubierto al rato al ver a cuánto estaban en el resto de los puestos. Pero es que también he comprado cebollas que tenían el precio por cada diez unidades, y al llegar a casa he descubierto que solo me habían puesto nueve.

                Me he quedado hecha una mierda. Pero no porque me hubieran timado unos pocos -muy pocos en realidad- pesos, sino porque estoy segura de que ha sido así porque al oír mi acento han dado por hecho -y tienen razón- que tengo más plata que ellos, que estoy en una posición social mejor que la suya. Soy una española pija y "por unos pocos pesos no me va a pasar nada". Y es muy raro. Porque nunca lo he sido, pero ahora lo soy, y no sé cómo gestionarlo. De repente me descubro a mí misma dando explicaciones que nadie ha pedido de lo jodidos que estábamos en España, para que "no nos juzguen" porque aquí vivimos mucho mejor. ¿Qué mierda es esta que tengo dentro? ¿Qué tipo de auto-alienación absurda? ¿Soy una desclasada porque he adquirido privilegios que no tenía?

                Y entonces entiendo que es así como se sienten los hombres que tienen pataletas porque les señalamos que tienen privilegios sobre nosotras, y me caigo fatal a mí misma. ¿Cómo me reviso esto de vivir mejor que cuando vivía como el culo, si en realidad he venido a mejorar mi vida? ¿Y cómo me reviso aquí ser una privilegiada aquí, pero sentirme exiliada en el corazoncito?